Me encanta ver tu sonrisa
difuminada
a causa del humo que
desprende tu cigarro.
Me encanta admirar el baile
de tus manos,
cada vez que te lo acercas a
la boca para dar otra calada.
Me encanta esa forma
perfecta que adquieren tus labios,
cuando vas a expulsar esa
nube gris del pecado.
Y sobretodo me encanta tu
carmín rojo,
manchando el cigarro e
impregnándolo de tu lujuria.
Y es el humo que te
envuelve,
el humo que desprendes.